miércoles, 23 de julio de 2014

Cali es Cali

Ya vari@s saben que vivo en Cali, una pequeña pero muy poblada "ciudad" al suroccidente de Colombia.  Toda mi vida he vivido aquí y me gusta esta ciudad, siento incluso una especie de amor por este terruño, me gusta algo que aún no sé muy bien qué es, y de hecho a medida que pasa el tiempo más enigmático se vuelve ese qué.  La gente en Cali suele ser muy violenta y apasionada a la hora de las causas chimbas; se matan hinchas del "américa de Cali" (también conocido como el Abérica) y del "deportivo Cali" (también conocido como el Casi) por defender la "honra" de un par de equipuchos en los que ni siquiera se sabe jugar al fútbol (porque el buen fútbol se ve en Europa y en los amadísimos mundiales). Se matan porque "me miró mal" o porque "conmigo nadie se mete".  Se saltan toda clase de normas y leyes porque "las normas se hicieron para romperlas". Se matan porque "voltió a ver a mi hembra y eso a nadie se lo permito". Se matan porque "era un sapo".  En fin se matan porque están vivos y es lo único necesario para morir. Aún así este pueblo de gente tan altanera termina teniendo sólo violencia chimba y pasión mediocre.  Violencia chimba que por lo general se aplica al que es más debil, al más pendejo, al menos armado.  Pasión mediocre porque encuentra sus objetos de pasión en las cosas menos retadoras, es decir, hay pasión por las cosas más fáciles, las cosas para las que ni siquiera es necesario pensar para admirar, son admiradas las mujeres de Cali por su caminar, sus culos, sus tetas, sus zapatos, sus carros, sus casas y sus pintas en lugar de por sus deseos, sus pensamientos, sus metas y sus trabajos. Maldita ciudad esta; invadida de ruinas traquetas por todos lados.  Te detesto hasta las entrañas por que tu historia te ha vuelto superficial, te ha vuelto la Meca del crimen, te has convertido en una ciudad como nunca se quisiera encontrar otra en el mundo.

Pero esa maldita historia tuya con el traquetismo y el dinero "fácil" y tu cultura de saltar las normas te ha convertido, de hecho, en una ciudad con unas fronteras socioeconómicas no tan marcadas, pues no es posible separar en esta ciudad la mitad rica y la mitad pobre; riqueza, pobreza y miseria se encuentran regadas por doquier en esta lúgubre urbe.  Es fácil encontrar casas espantosamente lujosas justo junto a otras inmensamente modestas. En cierta medida se ha "democratizado" la riqueza en esta ciudad endemoniada, pero esa riqueza es solo en forma de dinero con cimientos en la violencia y la ilegalidad, un par de factores que resultan ser admirados en lugar de repudiados, se han convertido en héroes y heroínas de la televisión los traquetos y las prepagos.  Es simplemente repugnante ver que algunas personas simplemente "quieren ser como esos de la tele".

En esta ciudad de plástico, con un aparentemente formidable pasado, no es fácil encontrar personas con las que se pueda entablar una conversación sana, interesante, y lo suficientemente profunda para llegar a ser entretenida. Resultan escasas las personas igual de asad@s a uno como para poder aprender y compartir.  Ojalá algún día pueda decir que quise mucho a una horrible ciudad que mantenía en sí solo algunos puntos de interés que fueron capaces de reunir a quienes un día cambiaron a esa podrida ciudad para que dejara de ser solo una misera ciudad con sobrenombres exaltadores de inexistentes cualidades.

Insto a l@s traquet@s e hij@s de traquet@s, aprovechando que ya tienen un poder adquisitivo, a que se preparen para comandar cambiar las formas violentas.  Que sean capaces de usar su "poder" para buscar lo que no han buscado sus antecesores ni l@s que han tenido el poder en forma dinástica en este país. Sean ustedes, que tienen acceso a privilegios comprados por el dinero,  l@s que toman conciencia y ejecutan cambios sociales.  La historia está llena de ejemplos en los que son las nuevas burguesías las que provocan los cambios sociales. En pocas palabras dejen de ser tan avariciosos e intolerables que con el poder adquisitivo que ya tienen pueden generar cambios muy importantes y beneficiosos para la sociedad.

Como antes mencioné una "ciudad de plástico" acabo de recordar esta canción de Rubén Blades.




Hasta la próxima.

1 comentario:

  1. A ti por lo menos te gusta y te felicito por eso. Porque a pesar de todos los defectos aún le ves algo, que tú mismo has dicho, no sabes lo que es, que te hace sentirte a gusto. A mí me gustaría poder decir lo mismo, pero siendo sincera, no siento ninguna simpatía por esta ciudad y nunca la he sentido. Mi apego a ella se debe a mis amigos, que son personas maravillosas que me hacen sentir que este país todavía no está perdido; a mi familia y a la universidad, el único rincón de esta aglomeración desorganizada que considero como mi segundo hogar.

    Cali ha cambiado. Rueda como una piedra en una montaña hacia abajo, siempre hacia abajo. No reconozco en el entorno que me rodea hoy en día la Cali de la que hablan mis abuelos, ni la Cali que a través de mis ojos de niña llegué a percibir.

    Aquí la falta de educación, la intolerancia, la falta de sentido de pertenencia, la ignorancia son pan de cada día. Aquí el que espera a que el semáforo se ponga en verde para los peatones no tiene sentido común ni es cívico, simplemente es un bobo o un dormido. El que pide un asiento para una persona de edad, con discapacidad física o para una persona con niños en brazos o en embarazo es un metido. Y sapo el que cometió el error de decirle a otro que recoja la basura que tiró en la calle. ¡Pero que ciudad tan sucia y que gente tan patana! Pero vamos, que para la doble moral estamos listos.

    Esto es Cali, la capital mundial de la salsa en donde se escucha día y noche el mejor regaetton y no se diga más. La cultura no es nada más que un fuego fatuo que se alza triste y solitario del cadáver de los museos y las bibliotecas que no aguantan en sus hombros el peso de tanto polvo acumulado por la falta de uso.

    En fin, me diste cuerda y no quiero que esto aquí resulte siendo más largo que tu entrada XD (amén se diga del tema del trasporte). Solo queda decir que a pesar de todo, del inconformismo, la decepción y la exasperación, no hay que dar las cosas por perdidas. Yo seguiré parándome a esperar el verde en el semáforo, cediendo el puesto, llamando la atención cuando haga falta; pues este problema es tan mío como de todos y nadie está en el derecho de quejarse si no contribuye así sea a pequeña escala en la solución de un problema que le concierne.

    Tefa

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